Hace unos meses, comentaba por Linkedin que yo quería para mi profesión un sonido característico como lo tienen los afiladores.
Las respuestas fueron de lo más imaginativas y evocadoras!
Aitor Urquijo apostaba por un oxímoron, el sonido del silencio: «el sonido de la palabra y el silencio… un mercado, una consulta de médico, un bar… y el que escucha…. el que no habla….El silencio entre el trueno y la lluvia»

Manuel Villa se decantaba por «una sirena muda en señal de lo urgente que es escuchar al otro.
Marina Vial imaginaba «un sonido como una respiración : shhhhh… (blablabla bajito, como en una biblioteca)….. shhhhhhh»
Belén Vázquez veía «la ausencia de sonido propio y el buen oído para todos los demás debiera ser lo que caracterice a esta profesión. (Y he crecido en tierra de afiladores, Ourense, escuchándoles)»
Paloma Díaz se preguntaba «¿qué tal el clásico “mm-mmh…” de la escucha activa?»

Quizá pues eso de ponernos un sonido no sea tan buena idea, ¿no?. El silencio, el mejor aliado de los cualis